El día que le dijeron a Donna Lott que entregara las llaves de su auto, su vida cambió para siempre. Al haber sido declarada ciega, ya no podía ir al supermercado, ni a la escuela de sus hijos, ni a las casas de sus amigos. A menos que su esposo u otra persona la llevaran. Tenía solamente 35 años.
Mi amiga Donna, una activa madre y esposa, había estado perdiendo gradualmente la vista por la enfermedad llamada retinitis pigmentaria (RP). Incluso mientras luchaba por aceptar lo que significaba su diagnóstico, comenzó a tener dificultades para cocinar y limpiar, arreglarse el cabello y maquillarse, y finalmente, para identificar los rostros de sus hijos. Hoy, la iluminación en muchos ambientes, Lee el resto de esta entrada →
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